Una metafísica imaginaria (2019): Nicanor Parra en París, un documental
Anoche fue la fundación pública de
la Antifundación Nicanor Parra. Se quiso comenzar con el registro de una
entrevista inédita a Nicanor realizada en París en 1992. Como preámbulo
Colombina leyó unas emocionantes palabras como si fueran la letra de una canción
a su padre. Quiso pensar lo que veríamos como una clase inaugural de una
universidad de pies descalzos. Así fue. La Cineteca de La Moneda estaba repleta
y uno no pudo no recordar a los presidentes colgados y el centro cultural
repleto de sus artefactos como ocurrió en el 2006 con su retrospectiva Obras públicas.
El registro de la
entrevista la hicieron dos jóvenes chilenos exiliados en Francia que
aprovecharon la visita de escritores chilenos al ciclo Les Belles Étrangères
entre los que estaba Parra. La conversación comienza un poco fría hasta que
ambos acuerdan que se está registrando para sus hijos, los de Nicanor y Luis
Pradenas que es quien dialoga con él. Todos ellos estaban ahí casi treinta años
después y eso fue conmovedor. Hacer algo para un incierto futuro y que ese
incierto futuro llegue a convertirse en un día concreto como el 2 de septiembre
de 2019 tiene algo de lo hermoso de la muerte. La poesía es una suerte de
porvenir que no viene y cuando viene se llama historia. Este documento ya lo
era simplemente por eso pero hay mucho más.
Comienza la
conversación sobre la relación entre la física y la poesía a las que Nicanor
les halla un lenguaje común: las matemáticas. Dice que piensa el poema como
teorema y en ese sencillo axioma está concentrado todo lo que es la antipoesía.
No es anti de solo estar en contra sino el anti de la antimateria y la
antigravedad. Una fórmula y una metáfora no son acaso una síntesis de la
realidad, de su movimiento, del modo en que comienza y se acaba el mundo. En
ese contexto recitó “El hombre imaginario” y señaló que no es solo la palabra “dolor”
la que no está acompañada del verbo “imaginario” sino también la palabra “muerte”.
En esa lectura que él mismo hace hay allí una metafísica imaginaria que lo
conecta de inmediato con las paradojas del budismo o del Tao del que habló en
extenso.
Es tanta la
importancia que le concedió que dijo que pudo sanar su dolor y sobrellevar la
muerte de la mujer imaginaria y el suicidio de Violeta gracias al Tao. Es más,
señaló que si lo hubiese conocido en aquel tiempo lo más probable es que
pudiese haber convencido a esas dos mujeres a no matarse. Qué es el Tao sino la
ficción de que las cosas son y no son, buenas y malas, tristes y alegres, es
decir, la contradicción sin conflicto. Esa es la mejor síntesis de la obra de
Parra. Pensar como moro pero también como cristiano, como costeño pero también
como serrano.
Hoy en un mundo
donde todos luchan por tener un punto de vista, Nicanor los tuvo todos y desde
ahí leyó la sociedad y la civilización. Como insiste, leer sus contradicciones
sin conflicto. Del Tao a Diógenes en un salto y lo suma a Platón y Aristóteles
como una tercera vía, quizá la mejor. Lo mismo hace con el contexto chileno que
tanto le insiste Pradenas. Dice Nicanor que somos mapuches, hombres de la
Tierra, de la Naturaleza, también “winka trewa” que traduce como perros
ladrones hijos de puta, pero que también somos yanaconas, es decir, traidores a
lo mapuche y a los winkas, a nuestra madre y a nuestro padre. Huachos es lo que
somos y cuenta como los primeros chilenos desde la Colonia eran niñitos en una
plaza, ciertamente, hijos de mujeres mapuches que habían sido engendradas o
violadas por españoles que luego se fueron. Un país de huachos y eso resume
tantas cosas.
Critica el
concepto de lo hispanoamericano. Parra en ese momento que está en Europa no
quiere nada con lo hispano, con España y su reivindicación de lo mapuche es una
ética, como dirá también, una economía de subsistencia en términos no solo
productivos. El Tao, Diógenes y los mapuches en una sola fórmula que es
justamente donde encuentra respuestas que no le da la ciencia tradicional de la
cual él es una cima también. Llega a decir que en cierto momento del siglo XVI
comienza el gran problema del saber occidental que es el relevo del monasterio
por la universidad. Se deja de estar y disfrutar el mundo para querer
analizarlo desde fuera de él y esa sería una de las razones por la que el
paraíso terrenal se convirtió en un infierno civilizatorio.
Es lo mismo que
Nicanor hace con la poesía, no querer estar fuera del mundo sino ser parte de
él, hablar como él, pensar como él, en su totalidad y no como individuo a menos
que sea imaginario. No está contra la ciencia y el conocimiento sino contra su
instrumentalización que separa lo humano de lo humano. Es 1992 y Parra está
desesperado por los efectos del cambio climático, la contaminación, los efectos
nocivos de la tecnología que arrasa con los ecosistemas.
Pradenas habla
desde el lugar del exiliado y desde ahí quiere llevar a Nicanor a la política y
no a lo político. Es ciertamente un momento de hilarante incomodidad y Parra es
claro: ni con marxistas ni con capitalistas, sino todo lo contrario. Su bandera
es verde, y no roja ni tiene frases como “In god we trust”. Desde los setenta
Nicanor, él mismo señala, se interesó por el tema planetario y su posible
apocalipsis ecológico y esa mirada larga pasaba un poco de soslayo la mirada
corta de la contingencia social que creía se iba a resolver de la manera como
tal terminó: la izquierda y la derecha unidas jamás fueron vendidas. Y en eso
estamos ahora.
Todo el diálogo,
que es de más de una hora, tiene que ver con puntos de inflexión que él va
leyendo desde la filosofía oriental, la cosmovisión indígena, los márgenes de
la filosofía como Derrida en su momento a quien cita como un “modificador de
energías” y sobre todo a Guattari, que no menciona, pero sí una parrización de
lo que son Las tres ecologías de
1989. Habla de una ecología académica, otra municipal y una propiamente como
ecologismo. El ser y su entorno, los pesticidas, los beat leyendo estas mismas
preocupaciones es lo que él descubre en los Estados Unidos de los sesenta y son
las preguntas que trae a Chile. Preguntas que no tienen interlocutores.
Lee luego la dictadura desde la ecología
social y la inserta dentro de un concepto global: completo industrial militar.
La caja de herramientas del capitalismo que crea lucro, destrucción y chatarra.
“Este gran queso que es el planeta se va a terminar nomás”. Lo dice así de
literal y desolador. Ese momento parece ser hoy. En resumen ni el marxismo ni
el capitalismo son ecológicos por tal no le interesan, es decir, ambos costados
se olvidaron de lo que los hace estar ahí: la vida de las personas, sus entornos,
el mundo.
Con la brillantez
que lo caracteriza extiende sus conceptos hacia el de una contaminación del
lenguaje. No solo es la Tierra sino las palabras con las que vivimos.
Garabatos, palabrotas, refranes, frases hechas son contaminaciones que sí le
interesan y esa es el alma de la antipoesía, el rescate del lenguaje en vías de
extinción. Una crónica de la lengua que también morirá junto a nosotros. La
civilización es una convención y la naturaleza es siempre una posibilidad
abierta para regresar a casa, al oikos de donde viene la palabra “ecología”
(pero también “economía”).
Su llamado en
aquel entonces es a pensar en nuevos materiales de la naturaleza para la
civilización. Nuevamente los mapuches y el Tao. Para Nicanor, Lao Tse es un
Diógenes chino y el Libro del buen camino
es donde no se afirma ni se niega. “Es una voz que no está quebrada”. En ese
momento se acaba la cinta y el registro. Se dice que la conversación continúa y
se agrega un detalle estremecedor que me sacó lágrimas. Durante las horas que
duró la grabación siempre estuvo cerca un hombre delgado y silencioso oyendo lo
que allí se estaba hablando. Se nos dice al final que ese hombre fue Juan Luis
Martínez.
Nicanor habla de
mil cosas más. Desde Keats y su concepto de “capacidad negativa” inédito en
occidente como la misma paradoja del Tao y el modo en que desde ahí se puede
leer a Shakespeare hasta una teoría de la escritura en la cual las palabras
debieran tener un movimiento de rotación y traslación pasando por el hecho de
que Neruda y Mistral hayan usados seudónimos europeos o que la cámara nos
modifica tal como el observador modifica las partículas según el principio
cuántico de la incertidumbre.
Nicanor Parra es
genial de pies a cabeza y su pensamiento siempre en el futuro se ha convertido
en nuestro más desolador presente. Sin embargo también propone una solución, en
realidad tres: El Tao, Diógenes y los mapuches.
Héctor Hernández Montecinos
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