EL OTRO LADO DEL CEREBRO: II JORNADA SOBRE LA TRADUCCIÓN DE CULTURAS ASIÁTICAS EN LATINOAMÉRICA


Hace un par de semanas anduvo en Santiago el joven académico japonés Eiji Yasuhara. Nos conocimos en el Museo de Bellas Artes y me comentó que estudiaba e investigaba las relaciones entre Japón y la literatura latinoamericana. Su presencia acá tenía como finalidad profundizar en esos cruces con las escrituras nacionales por lo que en la breve conversación pude hacer un recorrido rápido mencionándole algunas obras a las que ahora puedo volver con un poco menos de premura. No obstante, la pregunta que me hice ahí y con la que quiero comenzar ahora es antes que todo obvia: ¿qué es el Oriente? La propia respuesta que me di desde el Museo a mi casa fue que, en efecto, el Oriente es el otro lado del hemisferio occidental del cerebro. En esto me quiero detener un poco. El cerebro binario divide el mundo en pares contrapuestos que es como se ve a sí mismo, pero sabemos que es solo una ilusión. Siempre se trata de series relacionales que si bien pueden oponerse también ellas mismas son parte de otras relaciones que no lo hacen. Eso es el Tao y Nicanor Parra lo entendió muy bien con su artefacto de 1970: “La izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas”. El que logra superar el binarismo gana y esto es lo que hace al poder estratégico: confrontar dos unidades haciéndoles creer que son una finalidad siendo que siempre se trata de un medio para otra cosa. El mismo Parra lo tiene claro en una de las bandejitas de empanadas: “Aprender a vivir en la contradicción sin conflicto”. A lo que voy es que Oriente y Occidente no tienen que entenderse como dos mundos contrapuestos en uno que es lo que hacemos con los hemisferios derecho e izquierdo del cerebro, sino que, por el contrario, ampliar las relaciones en que Occidente es leído en Oriente y como nosotros lo hemos leído, imaginado, soñado, mal entendido, distorsionado. No obstante, en esas imaginaciones comunes y disímiles al mismo tiempo hay algo que nos hace ver de manera distinta. Siempre lo otro somos nosotros vistos desde fuera y ese gesto es el que funda la literatura y la civilización por igual. Las lenguas se convierten en lenguajes cuando son llevadas a sus límites, sus bordes, su posibilidad de ser otras que es lo mismo que pasa con nuestras vidas cuando entendemos que la experiencia es siempre una forma de transformación hacia lo otro.

Es lo que intuye Vicente Huidobro cuando comienza su aventura visual con la sección “Japonerías de estío” de Canciones en la noche (1913). Hay manuscritos con bosquejos visuales ya en 1910, pero es aquí donde el poeta se pregunta por lo otro que es el imaginario oriental, incluso exotizado por el modernismo, pero también por lo otro de la escritura que es la imagen. 



Por su parte, Gabriela Mistral siempre mostró admiración por autores como Rabindranath Tagore, un poeta que además entiende la educación como formación del espíritu. En el libro Iniciática, astral y precursora, correspondencia y ensayos inéditos (2020) Mistral explica: “Por este caso inefable, la enorme cultura asiática no ha llegado a nuestras puertas sino bajo la forma de tres huéspedes: la obra de Rabindranath Tagore, un libro de Gandhi y meros trozos magullados del Malbharata y el Ramayana” y agrega: “Los textos orientales son precisamente montañas: no se suben a paso de marcha y la desnudez de sus costados no promete solaces al panteón; ellos son realmente una lectura heroica semejante al acantilado marino o a la ascensión de nuestros Andes, segundones del Himalaya”. Mistral entró a Oriente buscando las herramientas para un misticismo cristiano y allí se encontró con el budismo, el hinduismo, la teosofía, que fueron parte fundamental en la creación de una ética a escala humana que es hacia donde apunta todo el proyecto mistraliano. Señala Diego del Pozo, editor de Toda culpa es un misterio. Antología mística y religiosa de Gabriela Mistral (2020): “De sus años de fervoroso budismo conservó hasta su muerte el hábito de la meditación y la creencia en la reencarnación. Investigó y se desarrolló dentro del camino del Buda”.

El ya mencionado Nicanor Parra entiende la tercera vía, como decíamos antes, en la posibilidad de una superación de los dualismos sean los que sean. El Tao, como él mismo señala, será el camino que toma su obra como lo explica en una entrevista de 1978 con Cristián Huneeus:

 

El pensamiento de Lao Tsé ilumina mucho mejor el camino de antipoesía en el siguiente sentido: la antipoesía no es otra cosa que la poesía de los contrarios, en la antipoesía tiene cabida simultáneamente lo bello y lo feo, el humillado y el aplaudido, la luz y la sombra; el sujeto no se pone a priori de parte de nada, lo que interesa es integrar a los contrarios. O sea que en la antipoesía, y perdón por la recomendación, lo que hay en último término es la conjunción del yin y el yang. El nacimiento dialéctico de la antipoesía estaría en el reconocimiento dialéctico de la naturaleza. Yo creo que ahí está la gracia y ahí está la fuerza de la antipoesía.

 

Otro que lleva el pensamiento oriental a un pensamiento sobre la escritura es Juan Luis Martínez quien toma al I Ching, el Libro de las Mutaciones, como la solución ante el problema de la voluntad de una autoría, de la personalización que es siempre la obra, pero sobre todo a la idea de que lo real es una suma de operaciones neutras que es hacia donde conduce la noción de una poética póstuma en que lo vivo y lo muerto conviven sin la línea imaginaria que divide la realidad como se puede ver en su libro de esquemas y dibujos de violines, arañas, esqueletos, astronautas, entre varios otros, que es Aproximación del principio de incertidumbre a un proyecto poético (2010), pero que está resumido en las solapas de La nueva novela (1977; 1985) desde el “Nada es real” de Sotoba Komachi, que es el nombre de una obra de teatro Noh y no el de un autor como en un momento se creyó, hasta el “Todo es real” de André Breton. En efecto, Yukio Mishima en 1956 reescribe y actualiza la obra teatral que es de donde posiblemente tomó la cita Martínez.



Quisiera aprovechar para hacer un pequeño aparte sobre Mishima que no solo con Kawabata son los escritores japoneses más reconocidos entre nosotros, sino que su figura y su obra nos permiten entender desde allá esta idea de que Oriente y Occidente no son mundos contrapuestos sino superpuestos tal como la creación y la destrucción. La vida y muerte ritual de Mishima se trata, efectivamente de esto, es decir, del como en Japón o las culturas del Asia Pacífico, la muerte, el fin, el término de las cosas, se entiende como apariencia o una señal de transformación que es lo que en nuestra cultura nos ha dicho la literatura y sobre todo la poesía. En Lecciones espirituales para los jóvenes samuráis (2006) se nos cuenta que una vez leídos y entendidos los tankas o hai kus se destruían; lo mismo que los templos en donde, por ejemplo, un emperador asumía su cargo y su destino. Es lo que hace Mishima con su propio cuerpo, pero más allá, tiene que ver con entender la literatura como un medio y no un fin en sí mismo, un medio para otras transiciones mayores o infinitesimales que es la gran enseñanza de Oriente que los autores de este otro lado del hemisferio del cerebro hemos aprendido desde las frágiles tablillas de barro de Sumeria hasta la obsolescencia de los teléfonos móviles chinos.   

Me hubiese gustado continuar esta lista y/o profundizar más en algunos temas, pero el tiempo y el espacio no lo permiten. Asimismo, haberme referido a importantes lecturas de las civilizaciones asiáticas hechas por poetas como la española Chantal Maillard sobre todo de la India y China con su libro Las venas del dragón. Confucianismo, taoísmo y budismo (2021) como también la del uruguayo Roberto Echavarren que publicó El pensamiento chino (2022) como el inicio de una trilogía que comprende además El pensamiento budista (2025) y El pensamiento hindú, pronto a aparecer. Incluso haber entrado a la relación de Allen Ginsberg y los poetas beat con Asia y Oriente en tanto que allí encontraron los límites de una imaginación que lleva a la literatura hasta sus más remotos orígenes previos a la propia escritura, pero más allá, al inicio de la noción de que estamos ante algo infinitamente más grande que nosotros y que solo experiencias como la meditación profunda, que para nosotros es el poema, y el mundo como ensoñación, que para nosotros es el libro, pueden permitirnos entrar y salir del hemisferio derecho del cerebro como si fuera el izquierdo, ser uno mismo y otro a la vez, pero también que Oriente y Occidente sean entendidos como el inicio de una historia de la civilización que necesita volver a cantarse juntos para los nuevos himnos de su tentativo final. Esto es, una nueva ética que las y los poetas citados entendieron claramente y que nos abre una nueva ruta de lectura hacia una nueva flor. Esta es la “tarea para la casa”.

 



Addenda. Antes de la presentación expliqué un poco de mi propia relación con las escrituras asiáticas con respecto a las citas y referencias que aparecen en mis libros de obras como el Rig Veda, el Corán, Los libros, tibetano y egipcio, de los muertos, el “Génesis”, Gilgamesh, el sánscrito, el sumerio, formas de haiku urbano, etc. Me son importantes porque creo representan otro origen de la literatura, uno que tiene que ver con la épica que es la poesía en tiempos de guerra como la nuestra. Desde la caída de las Torres Gemelas el 11 de septiembre del 2001 vivimos en un mundo en estado de excepción en que Occidente reconoce su propia crisis y al mismo tiempo Medio Oriente se rearticula y China comienza su expansión global. Entender la totalidad que es Asia a través de estas obras y contextos tiene que ver con elementos que la definen como la dimensión y la proporción. Una gota es el océano y un grano de arena es la montaña. Allá la distancia con lo otro es muchísimo menor que como nosotros la entendemos. Un espíritu es toda la potencia posible del mismo modo que en cada detalle de la naturaleza está el cosmos. Lo conversábamos con Manuel Rivera Espinoza luego de la mesa. Como las culturas indígenas, prehispánicas, entendían del mismo modo estas relaciones entre la parte y el todo: la flor y las estrellas, los ríos del cielo que es la Vía Láctea. De algún modo, también lo refirieron Elvira Hernández y Soledad Fariña en sus presentaciones. La primera habló del uso del concepto “Asia” en los textos que Mistral publicó en Colombia, como un “amor a las palabras” que es una forma de imaginar una filología que no sea una ciencia sino una pasión que es lo que hace de algún modo Pound también referido por ella. Soledad se refirió a la mística árabe, sufí, que estudió y versionó con la obra de Al Hallaj del siglo IX. Allí el Todo es lo Otro y cuando lo otro habla, las colinas y los animales, estamos más cerca de nuestro silencio que es lo que aspira todo lenguaje y de entre ellos la poesía. Eso es la mística árabe, pero también la judía y la cristiana que es donde Mistral estaba. En un esquema muy general, China, India y Japón construyen éticas filosóficas de cómo vivir; el judaísmo y el islam, políticas históricas de sus pueblos mientras que el cristianismo lo que hace es constituir una estética desde la dramaturgia de la eucaristía hasta la poética de la resurrección. Ética, política y estética como modos de subjetivación de sí mismo, de lo otro y el mundo que es lo que analiza Foucault con la inquietud de sí socrática, las tecnologías helenísticas del yo y con las hermenéuticas del sujeto cristiano. Es la relación entre cuerpo, discurso y poder que en Oriente cambia los elementos por espíritu/mente, experiencia y trascendencia. En fin, son primeras ideas para comenzar a pensar algo más grande, la posibilidad y el intento de traducir una civilización como si fuera, en efecto, una lengua porque finalmente la poesía es siempre la civilización pensándose a sí misma a través de sus lenguajes.




Campus San Joaquín, UC

Facultad de Historia

Santiago, 26 de mayo, 2025


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